Hace aproximadamente 100 años, una joven española llamada Nita Carmona, la hija menor de una familia humilde de trabajadores portuarios, descubrió el fútbol mientras observaba a marineros ingleses de Gibraltar jugar en el puerto de Málaga y decidió que también quería jugar.
La niña, en realidad llamada Ana, empezó a jugar por su cuenta en un terreno cerca de un cuartel de artillería, hasta que el sacerdote de la parroquia local, Francisco Mínguez, quien estaba organizando partidos benéficos para niños desfavorecidos en Málaga, la invitó a unirse a ellos. A pesar de enfrentar insultos y golpes en el campo debido a su género, Ana siguió adelante sin detenerse.
El sacerdote gallego, amante del deporte, estableció el Sporting de Málaga, dedicando todos los ingresos económicos del club a comprar zapatos y ropa para los estudiantes y niños más necesitados del vecindario.
Sin embargo, siendo Nita una mujer en un entorno dominado por hombres, tuvo que aprender a desenvolverse con cautela en ese mundo. Ingresó al club como asistente de masajista y encargada de lavandería. Poco a poco, a medida que se ganaba el afecto del equipo, logró participar en algunos partidos con ellos fuera del vecindario.
Con 18 años, Nita usaba pantalones largos y camisetas anchas, se vendaba el pecho y se ponía una gorra para esconder su cabello para poder jugar en el campo, aunque esto no fue suficiente. Tampoco lo fueron sus habilidades como futbolista en su esfuerzo por ganarse el respeto de sus oponentes.
Después de sufrir numerosos golpes en los partidos y enfrentar denuncias que la llevaron a pasar varias noches detenida en la comisaría e incluso en que le raparan el cabello como castigo, los padres de Nita decidieron enviarla a Vélez-Málaga para protegerla de las críticas del barrio y persuadirla de que era el momento de dejar el deporte. Sin embargo, ella nunca se rindió.
La historia continuó siendo complicada para ella. Con la creación de la Federación Sur y la Junta Local de Árbitros, se impuso la prohibición de que una mujer participara en una competición de hombres. Sin embargo, a pesar de estar exiliada de su vecindario, Nita contó con la ayuda de dos de sus antiguos compañeros del Sporting. Durante un tiempo, ellos la cubrieron para que pudiera salir al campo a pesar de la vigilancia.
Fue así como surgió su apodo ‘Veleta’, por la rapidez con la que necesitaba cambiar su apariencia para que sus oponentes no la reconocieran. De esta manera, entre cambios de aspecto, logró incluso jugar en la inauguración del primer campo de fútbol de la ciudad. En ese evento, primero actuó como Dama de Honor y luego desapareció debido a una “indisposición”, solo para reaparecer minutos después como suplente en el partido.
Ana Carmona Ruíz dejó el fútbol cuando regresó a la ciudad y falleció a los 32 años debido al tifus. A pesar de que le quitaron la oportunidad de ser futbolista, Nita nunca se rindió y fue enterrada con las camisetas del Sporting Club de Málaga y del Vélez CF.
Lo que ella desconocía es que estaba dejando una marca en la historia. No sabía que llegaría el día en que habría un espacio para las mujeres que, como ella, soñaban con jugar al fútbol sin esconderse.